Promover actuaciones que reduzcan el impacto de las inundaciones en los tramos de mayor riesgo de la zona media del río Ebro, esa es la misión principal de la Estrategia Ebro Resilience. Para llevarla a cabo, el equipo que forma parte de ella implementa, cada día, medidas que, a su vez, puedan contribuir a mejorar el estado de las masas de agua y los hábitats fluviales.
En el diseño y puesta en marcha de estas medidas se utiliza lo último en nuevas tecnologías y en técnicas de bioingeniería. Este es el caso de los trabajos de restauración ambiental que se están llevando a cabo actualmente en el paraje “El Estajao”, en Alfaro (La Rioja).
Las obras, que tienen un plazo de ejecución de 24 meses, incluyen una importante novedad: la construcción de un muro krainer en la unión de la nueva defensa con la actual, con una longitud de 100 metros y una anchura de 5 metros.
El muro krainer, en el que se está trabajando actualmente, es una técnica de bioingeniería empleada para el control de la erosión y la estabilización de los márgenes de los ríos. Esta técnica permite sustituir elementos rígidos tradicionales -como los muros de hormigón o de piedra, que a menudo dañan la dinámica fluvial y pueden afectar a la biodiversidad de los ecosistemas fluviales- por tecnologías que se basan en el aprovechamiento de materiales naturales y biodegradables. De este modo se favorece el desarrollo de la vegetación propia de la zona para consolidar y retener el suelo de forma estable.
La nueva defensa utiliza troncos de madera de 5 metros de longitud obtenidos de tratamientos selvícolas realizados con anterioridad que son unidos entre sí, en forma de “grapas” en sucesivos planos horizontales. Primero se realiza una base de piedra que aporte estabilidad a la estructura y sobre ella se montan las “grapas” de madera, conformadas con los troncos, que se van clavando en el terreno y son ensambladas unas con otras. La estructura se va formando en capas de “grapas” sucesivas, que también se ensamblan con la superior y la inferior. Así tantas veces cuanto sea necesario, finalizando el procedimiento rellenando los huecos con tierra vegetal. Por último, se realiza la plantación del relleno de tierra con especies vegetales arbustivas propias de la zona (tamarices o sauces) que al enraizar proporcionan más fuerza al entramado. De esta forma, la estructura final absorbe y reparte la fuerza de las aguas en el entramado de troncos, al contrario que los muros de hormigón o de piedra, que trasladan el empuje de las aguas hacia otras zonas situadas aguas abajo. Este tipo de estructura es tres veces más resistente que una defensa reforzada con grandes bloques de piedra.
Estamos ante todo un ejemplo de integración paisajística ya que, con esta técnica, no sólo conseguimos estabilizar los márgenes fluviales, sino que también se logra un impacto mínimo medioambiental, reduciendo las afecciones de las obras sobre el medio natural; se integra la construcción con los recursos y elementos que ya se encuentran en la zona y se alcanzan unos excelentes resultados estéticos construyendo con criterios de eficiencia.
Una vez terminado el muro, y tras el destoconado de choperas productivas y la retirada de la antigua mota de defensa, la actuación se completará con la plantación de 21.100 ejemplares de especies riparias propias de la zona, recuperando 21 ha de espacio fluvial.
No te pierdas el siguiente vídeo en el que te explicamos como es el proceso de construcción de este tipo de infraestructuras.